Foros de poesía luz negra
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

LA MUJER QUE NO QUERIA DORMIR

Ir abajo

LA MUJER QUE NO QUERIA DORMIR Empty LA MUJER QUE NO QUERIA DORMIR

Mensaje  eloinahp Mar Nov 17, 2009 12:31 pm

LA MUJER QUE NO QUERÍA DORMIR

Melina no se dio cuenta cuando se empezó a apoderar de ella el miedo a dormir; pero recuerda que meses atrás, en Cancún, donde había llegado con varias amigas, y ya exhaustas de tanto caminar, en una banca del parque se instalaron en espera del autobús que las conduciría al hotel. Ahí se acercó una gitana tratando de leerles las líneas de la mano, y la única que aceptó prestarse a ese inteligente juego, fue Melina. La mujer le dijo, entre otras tonterías, que Melina tendría un encuentro con su propia muerte, estando dormida.
La cama que otrora la sentía blandamente cómoda, al paso de las noches, se fue convirtiendo en un suplicio. En cuanto se recuesta, todo le molesta o siente muy bajos o demasiados altos los cojines; las sábanas, por el continuo cambio de posición, se van resbalando hasta llegar al piso. Siente diminutos piquetes en la piel, que no son bichos, sino alteraciones nerviosas. Los ojos de Melina, a causa de la vigilia parecen ascuas. El sueño quiere meterse en Melina, por todos lados; invade su recámara como un monstruo maligno; pero ella no quiere dormir; bueno, si quisiera que Morfeo la poseyera, pero le da miedo hacerlo, por el temor de ya no despertar. Por ello se defiende con todos los recursos a su alcance: se pone a resolver crucigramas, y los abandona cuando dolorosas punzadas le laten en el cráneo, busca alternativas: camina descalza diez o quince minutos, moviendo la cabeza y brazos. Se asoma por el ventanal en el momento que un gato cochino rasca en el jardín y deposita sus pestilentes heces fecales. Regresa a la cama, recargándose en el rimero de cojines, y armada con el control remoto, dispara señales hacia la televisión, canal tras canal, hasta que el ardor en los ojos le avisa que deje de hacerlo.
Se chupa una pastilla de miel, porque aparte de todo, le arde la garganta. ¿Qué más hacer? Piensa en leer, toma el libro de Milán Kundera, La insoportable levedad del ser, que le queda como anillo al dedo, y empieza el drama, ya que su vista cansada le falla; prosigue en su necedad, hasta que diminutos alfilerazos le pinchan el ojo izquierdo.
Pasa de medianoche, son casi las dos de la mañana. Los ojos irritados, van cerrando sus persianas, y quieras que no, se duerme con la boca abierta como entrada de túnel. Un momentáneo descanso, pues las manos que acostumbraba dejar fuera de la sábana se contraen por algo desconocido que las roza. Tiene reseca la garganta hasta el estómago; al tratar de humedecer la boca con un sorbo de agua, se asusta, la lengua está gruesa. ¡Santo cielo! Se le dificulta tragar. Con la lengua de fuera, como un cuadro grotesco, permanece. ¿Qué hacer? Quizá nada. Seguir con la boca abierta, babeante, y esperar. Se rompe la cabeza queriendo encontrar el origen de su mal. No puede haberse lastimado con la dentadura, porque esta descansa en el vaso de agua con menta, donde Melina la introduce noche a noche. ¿Le picaría algún bicho?, es lo más probable. Sacude la ropa de cama, alumbra debajo de la misma por si ahí se esconde el enemigo, pero no hay nada. Todo está limpio y sin huellas.
La hinchazón va cediendo poco a poco, y la tranquilidad la envuelve.
Ya está amaneciendo y se acaba el show, que de forma parecida se repetirá en cuanto vuelva a caer la noche con sus sombras y su misterio.
No hay descanso para Melina. Sabe que el sueño tarde o temprano le vencerá aunque sea por poco tiempo, pero invariablemente, como si una mano de ultratumba le tocara, despertará en cuanto las manecillas del reloj, igual que una manzana partida en cuatro partes, marquen las tres de la mañana.
Hoy han sido diferentes las horas nocturnas. Melina se sobresalta al sentir algo que avanza sobre su piel. Una cosa áspera que raspa y humedece. Al prender la luz, una cucaracha gorda la camina, moviendo sus patas como en un baile macabro. Melina sacude impulsivamente los brazos; la infame vuela hacia el buró, asciende por el pie de la pequeña lámpara dorada, y con lentitud asombrosa, milímetro a milímetro, retándola, gira ... se de tiene ... gira columpiándose. Entonces melina se levanta por el lado contrario de la cama, sin prisas, haciéndole creer que no la ha visto, y le transmite con el pensamiento; mira, yo me voy de aquí, haz lo que quieras bicho endemoniado. Todo ha sido una estrategia, pues lo que Melina hace, es tomar el insecticida y le dispara una rociada que la abate, haciéndola caer de golpe sobre el buró, volteándose panza arriba en agonía inmediata.
Melina no tiene ni gota de saliva en la boca, toma la consabida botella de agua, y al acercársela a los labios, no los siente. Están gruesos, anestesiados; se acerca al espejo, y no se reconoce; está inflamada de los labios, abarcando parte de las mejillas, y por completo el ojo izquierdo. Melina ignora si las cucarachas tienen dientes, o si esta especie los tiene, si no ¿con qué la mordió? De todos modos está agradecida con el bicho por no haberla dejado dormir.
La temperatura ambiente es muy baja; por la ventila se filtra el fantasma del frío. Adrede hace a un lado la afelpada cobija. Empieza a tiritar. Piensa que sí obligará al sueño a buscar algún lugar más cómodo, o a quién clavarle sus garras.
Aún preocupada por la inflamación, llega el amanecer con su carga de luz y sonidos. El temor a morir mientras duerme, pasó de largo otra noche más.
Cuando Melina era joven y tenía que resolver cualquier asunto, pensaba: lo haré en el año 2000. Qué lejos estaba de imaginar que esa fecha se acercaba lenta y cautelosa, como los movimientos de las patas rasposas de la cucaracha.
A Melina le regalaron una calculadora con un contador de tiempo que marca segundo a segundo lo que falta para finalizar el segundo milenio. No sabe ella, ni nadie, qué acontecimientos traerá, y si la vida le alcanzará para ver la luz del tercero. Mientras tanto, seguirá luchando contra el sueño; que es como el aire; nadie lo ha visto, y nadie lo verá jamás; pero Melina y él se han empeñado en una guerra que quizá para otros no tiene razón de ser.
Melina no duerme por no emprender el camino hacia lo desconocido, y el sueño, su sueño invisible como el aire, la acechará de noche y de día, sin entender que Melina es la única mujer en el mundo, que no quiere dormir.

Del libro: “El duende y otros cuentos”


<a href="http://www.safecreative.org/work/0911174894848" xmlns:cc="http://creativecommons.org/ns#" rel="cc:license"><img src="http://resources.safecreative.org/work/0911174894848/label/qrcode-72" style="border:0;" alt="Safe Creative #0911174894848"/></a>
eloinahp
eloinahp

Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 04/06/2009
Edad : 101
Localización : México

http://www.eloinahp.com

Volver arriba Ir abajo

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.